Quien mejor diseña este tipo de botas es, sin lugar a dudas, la Casa Fagliano. La misma se encuentra en Hurlingham (Buenos Aires) y desde acá se envían a las partes del mundo más insólitas.
Los Faglianos se dedican a su trabajo con un amor y un profesionalismo increíble. Se han dedicado a adaptar la forma de sus botas para muchas personas desde más de un siglo, tradición que fue pasando de generación en generación, siempre manteniendo la calidad y el entusiasmo.
Si uno visita el taller de trabajo podrá ver a Héctor Fagliano con su delantal verde y una bota en sus manos dándole los últimos detalles antes de salir del lugar para encontrarse con su nuevo dueño. En un estante de madera natural se pueden disfrutar varios modelos, todos hechos a medida. Es asombroso ver como aún se pueden crear botas con clavos de bronce en sus suelas, para obtener las menores botas de polo.


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El taller huele a madera, cuero, pegamento y pomada. En el lugar se respira un aire tradicional, simple, pero con elevada perfección. Los Fagliano arribaron al país como artesanos y continuaron la tradición hasta el día de hoy. Según lo declarado por ellos nunca pensaron en el dinero, siempre se trata de las botas.
Para ellos las botas son como miembros de su familia, ellos tienen la capacidad de distinguirlas entre miles. Cada uno de los miembros de la familia tiene un rol específico, todo ellos son muy importantes para tener un buen resultado.
Héctor tiene 52 años de edad y en la actualidad es la cara de la empresa. Se encarga de viajar a los diferentes torneos de polo, saludando a sus clientes y elije junto a ellos cuál es el mejor cuero y cuál es el curtido en extracto de quebracho que mejor se adaptará a cada una de las personas.
Eduardo, el padre de los Fagliano, es quien se encarga de cortar el cuero. Por su parte, German, otro de los hijos, se encarga de unir las partes y Héctor, además , manufactura las suelas. Si el cliente lo desea, Eduardo le borda las iniciales a mano, con su antigua máquina de coser traída a comienzos del siglo XX.
Para obtener una de sus botas deberás tener paciencia. El trabajo suele demorarse entre cuatro y seis horas, por ello, mucha paciencia. A pesar de ello, les puedo asegurar que la espera vale la pena ya que cada bota queda perfecta.
Los Fagliano se diferencian de todos los demás fabricantes de bota de polo por algunos detalles muy importantes: no realizan publicidad, prefieren la recomendación de boca a boca; trabajan con mucha tranquilidad (en cada par de botas trabajan por más de 40 horas), usan máquinas de coser ya que desconfían que las nuevas tecnologías les puedan dar mejores resultados, se encuentran en las afueras de la ciudad y del bullicio.
Los primeros miembros de la familia Fagliano arribaron al país de 1892 y ya en el año 1920 se empezaron a ver sus trabajos.
Foto | Flickr.
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